LUNA LLENA en TAURO: ser árboles en un mundo convulso
Este Miércoles 24/10 tendremos una LUNA LLENA en TAURO que, en apariencia, no nos va a dejar indiferentes. La oposición Sol-Luna va a formar parte de una gran cruz cósmica que involucra también al eje nodal en sus últimos días por Leo-Acuario, haciendo examen de todo lo aprendido durante el último año y medio aprox. tocante a amar, reconocer y poner en juego nuestra singularidad de manera equilibrada en el colectivo. Además el rayo de Urano va a estar conjunto a la Luna, y Venus retrógrada lo estará a su vez con el Sol recién llegado a Escorpio. Previsiblemente va ser todo un acontecimiento, una buena descarga en este incesante ser tallados por la fuerza evolutiva del Amor.
Una gran cruz es un aspecto que contiene una gran cantidad de energía, la cual podríamos notar distribuirse en las áreas de nuestras vidas en las que caigan los primeros grados de los signos fijos (Tauro, Leo, Escorpio, Acuario) en la carta natal, más aún si tenemos planetas o cúspides de casas cerca de esos grados. Aquí, por una parte, tenemos el brazo de la cruz del eje Tauro- Escorpio. El símbolo sabiano correspondiente a la posición de la Luna llena (2º de Tauro) añade leña al asunto, y reza: “Una tormenta eléctrica”, aludiendo al poder cósmico capaz de transformar la existencia en todas sus dimensiones (también a la creatividad que fecunda e inspira) de maneras súbitas o insospechadas. Y es que, coincidir con Urano, es algo en apariencia incómodo para la psique (individual o colectiva) de una Luna en Tauro, que arma nido en lo estable, lo tradicional, lo “de toda la vida”, y a la que lo inesperado, la incertidumbre, el cambio, lo “eléctrico”, no le hace mucha gracia. Pero como igual ya sabemos, en estos tiempos, con tantos planetas en Escorpio, y ahora precisamente con Venus retrógrada conjunta al Sol y opuesta a la Luna, estamos en una fase de revisión en profundidad de lo que necesita transformarse en vías de autentificar nuestros vínculos, refinando en el proceso nuestro sentido de identidad, nuestro lugar en el mundo, mediante la interacción de nuestros valores con los de los demás. Estamos yendo al fondo para limpiar las raíces, drenando impurezas, desinfectando, sacando las sombras a la luz.
Entonces sí, puede que estos días venga algo que nos mueva el piso y nos obligue a salir de lo acostumbrado, a reconsiderar o reafirmar nuestras prioridades, a darnos cuenta de nuevo de lo que es realmente valioso y de lo que es superfluo, y quizás a soltar un lastre identitario o vincular que ya no nos va. Si la cruz nos toca puntos sensibles, el grado de intensidad de la tormenta eléctrica dependerá de lo afinación que tengamos con el propósito de nuestras almas. Puede que lo estuviésemos viendo venir, o puede que alguna burbuja se explote de golpe. Así suele funcionar Urano, cuanto más dormidxs nos pilla en determinadas áreas, mayor es el impacto en pro del cambio. ¿Como lograr la calma en medio de la tempestad? Esta Luna nos brinda acontecimiento y espacio para reconectar con la llamada de ese lugar interior de autentica, taurina paz inamovible: nuestro centro, nuestro eje, nuestra naturaleza búdica, fuente, grial, útero-corazón de la Diosa. Si nada sacudiera y testara de manera periódica nuestra confortable y terca placidez, no habría manera de autentificar, evolucionar, hacer cada vez más definida, estable y diáfana la cercanía a ese vacío consciente, espacio de poder interno que permite afrontar sin miedo lo desconocido y abrirnos a la transformación y al crecimiento.
El otro brazo de la cruz lo constituye esta travesía del eje nodal por Leo-Acuario, que está a punto de cambiar de fase (el 16/11 cambia a Cáncer-Capricornio), y quizá durante este último año y medio nos hemos dado cuenta de la importancia que tiene tener un Ego sano y bien diferenciado (precisamente para poder ponerlo luego al servicio de forma creativa desde el corazón, sin montarnos películas mesiánicas), lo insoslayable que es la tarea de amarnos a nosotrxs mismxs, el esfuerzo que requiere remar en esa dirección y lo difícil que resulta a veces, debido a que el riesgo de caer en narcisismo siempre parece está ahí, o semeja que, en ocasiones, tenemos que elegir entre amarnos o amar a los demás. Es sólo una apariencia, porque en realidad no podemos amar de verdad de manera unilateral. Lo que ocurre es que tenemos la confusión infiltrada ya desde hace muchas generaciones, construyendo identidad tras identidad sin cuestionar las bases. Amarse a veces implica romper con muchos filtros y muchas mentiras tomadas familiar o colectivamente como verdades, salirse de muchos cauces que no van a dar al mar, y ser capaz de sostenerse en el vértigo del aislamiento una temporada. Amar a otros casi siempre implica aceptarlos como son sin pretender que cambien para nuestra tranquilidad, pero también a veces decirles que no, dejándolos partir interior o exteriormente. En otros tiempos, las personas que se atrevían a dar estos pasos lo sufrían mucho más. Afortunadamente, cada vez somos más monos camino a la centena, y el proceso se lleva mejor, pero aún se siente en ciertos tramos un poco como caminar sobre hielo. Recordemos también que esto no es una carrera, y que todo va a su ritmo necesario: hay que tener paciencia y aprender a valorar y disfrutar lo que hay, quién sabe si luego recordaremos con cariño estos tiempos de banderas y oligopolios.
Con Saturno en Capricornio haciendo un aspecto de media cometa a la Luna llena, el mensaje es de nuevo el de tomar responsabilidad por nuestras vidas. Sí, ya no estamos en el Edén (Quirón en Piscis) y eso duele, pero embarcados sin remedio en este proceso iniciático colectivo, tenemos la oportunidad de pasar a otra etapa y dejar atrás actitudes tóxicas, sacrificios y objetivos sustitutorios de lo que realmente importa, y lugares comunes (no menos equivocados por más normalizados) que nos mantienen atascados colectivamente en una conciencia de adolescentes fascinados con su ombligo y ciegos a la gran maravilla de la vida que nos rodea. A cada instante podemos elegir dar pasos hacia un mirar este mundo con otros ojos, aprendiendo a ver lo sagrado en cada cosa, la luz-conciencia que vive en la materia, con la docilidad que implica rendir la mente a no-saber y, sin embargo, confiar en que todo lo necesario nos será revelado a su momento.
Estos tiempos que vienen posiblemente nos van a apretar como humanidad. La conciencia planetaria está mudando de piel, y parece bastante evidente que necesitamos sacudidas para rectificar la marcha y reconfigurar nuestros paradigmas, en vías a comenzar la nueva etapa que marca la conjunción de Júpiter-Saturno en Acuario del 21 de Diciembre del 2020. Si tenemos voluntad de aprovecharlo, puede ser un periodo de mucho logro interior, que tendrá como consecuencia visibilidad en lo exterior. Ya se sabe: tiempo de tempestades, escuela de navegantes. Nos toca bajar el nuevo Edén de su morada imaginal a lo tangible, encarnándolo, célula a célula, individuo a individuo, árbol a árbol.
¡Feliz Luna llena!